La Iglesia: Casa de Todos


Cardenal Jaime Ortega Alamino


 

 

Pastor Supremo de la Iglesia Católica Cubana

 

 

 

 

Tengan mi enseñanza antes que adquirir plata; y busquen el saber antes que el oro, porque vale más sabiduría que piedras preciosas”( Prov. 8, 10-11); por lo tanto, “busquemos con afán de encontrar y encontremos con el deseo de buscar aún más(San Agustín); pero llenos de fe en Cristo, la luz del mundo, el camino y la vida( Concilio Vaticano II).

La Obra Poética Amen, concebida bajo la Nueva Poesía, que vive buscando, se cree fruto de la sabiduría, reflejo de lo real cristiano, es decir del neorealismo cristiano.

 

 

 

 

Angel R. Almagro

Profesor de francés y de inglés

Universidad Agraria de la Habana

Autor de la Obra Poética Amen

 

 

 

 

                                        Ciudad de la Habana, viernes 25 de Julio de 1997

 

                              

A: Mons. Cardenal Jaime Ortega

    Arzobispo de la Habana

         

 

          Asunto: “Más vale el pobre que vive honradamente, que el hombre insensato de labios mentirosos” (Prov. 20,19), porque “toda palabra de Dios es verdadera, es un escudo para quien se refugia en El ”(Prov. 30, 5), y “el que se tapa los oídos para no oír la Ley, hasta su oración es pecadora”(Prov. 28, 9).

 

 

               De la enseñanza de la Sagrada Escritura, hemos aprendido que la Iglesia misionera y comunitaria, aquella Iglesia que nació un día de Pentecostés, sobre el Monte de los Olivos, en Jerusalén, la Ciudad eterna de la tierra sagrada del pueblo de Israel, la Ciudad de todos los que en Dios confiamos, entonces Jesús  ya resucitado de entre los muertos antes de regresar en cuerpo al Reino Celestial donde permanece sentado a la derecha del Señor, mas su Espíritu aún y por siempre cerca de cada uno de nosotros, es casa común de todos, la Iglesia de todos los fieles que formamos el Pueblo de Dios, según San Pedro, sobre quien Cristo edificó aquella Iglesia, Su Iglesia (Mat. 16,19),  la Nueva Jerusalén (Ap. 21,2-3),  la Morada de Dios entre los hombres, donde El es con nosotros.

   Hemos aprendido que esta, su Iglesia, “el Reino prometido de Dios muchos siglos antes de las Escrituras”, donde todos somos iguales: el pobre y el rico; el negro y el blanco; el sano y el enfermo; el hombre y la mujer; el niño, el joven y el viejo; el seglar, el diácono, el presbítero y el obispo; el pecador y el difunto; “es comunidad de fe, de esperanza y de caridad”, según el Concilio Vaticano II.

   Y en esta Iglesia todo es verdad. Porque en la Iglesia que es cuerpo donde El es cabeza, siguiendo primero lo que nos enseña el Decálogo de Moisés, y luego el Santo Evangelio, ahora, después y siempre; en esta Iglesia donde asistimos a la relación del seglar con el presbítero, ya sea en el marco del kerigma o prédica del Evangelio y de La Sagrada Tradición, para nuestra conversión en aras del Sacramento del bautismo, ya sea en la catequesis para conocer y hacer nuestros los dogmas sagrados de la Iglesia misionera y comunitaria, ya sea en la eucaristía buscando nuestro acercamiento a Cristo, Verbo encarnado y acción, para conocerlo y abrazar su doctrina en aras de nuestra salvación alcanzada y enraizada en nosotros mediante el acatamiento consciente y cumplimiento de su Ley, aquella Ley que El mismo, entonces como ahora y siempre Espíritu omnipresente, había dado a Moisés en Alianza Sagrada en el Sinaí, que después “no vino a suprimir, esta Ley, o los profetas, que no vino a suprimirla, sino a darle su forma definitiva”(Mt. 5,17); en esta Iglesia, por tanto y por tanta riqueza divina, todo es Verdad, porque es Su Iglesia. Y “él que diga que Lo conoce y no cumple sus Mandatos es un mentiroso, y la Verdad no está en él” (I Jn. 2, 4-7).

Y esta Verdad, su Ley antes, ahora y siempre, después de su Sufrimiento y Muerte redentora en la Cruz, fue universalizada en el mundo grecolatino, a través de Pablo converso, Santo Apóstol, para la salvación del pueblo de Israel y de nosotros todos, mediante su Amor y Enseñanza Infinitos e Inmaculados.

   Y este acercamiento al Salvador empezamos a alcanzarlo con la confesión y arrepentimiento de nuestros pecados, para luego despojarnos de éstos en la liturgia eucarística, con Su Cuerpo y Su Sangre. 

   Y en esta Iglesia, luz y verdad bajo constante misión evangelizadora y comunitaria, sigo citando el Concilio Vaticano II, somos asistidos por el Obispo a través del presbítero o el diácono. De ahí que toda relación con el diácono o el presbítero atañe a toda la Iglesia, desde el pobre limosnero que, a la entrada del templo, pide para comer , hasta el Supremo Pastor Juan Pablo II, cuya visita esperamos con amor y esperanza, ya que cuando entramos a la Casa de Dios, al relacionarnos con sus ministros, sean diáconos o presbíteros, lo estamos reconociendo como sucesor de Pedro entre los vivos, lo que constituye parte de La Sagrada Tradición, porque nuestro espíritu se nutre de La Sagrada Escritura  en la Iglesia nueva, la Casa de los sufridos y pobres de la Tierra.

Y de ahí, por tanto, que toda acción o relación en el marco de la Iglesia sea responsabilidad de ésta, más aún cuando esta acción se lleva a cabo bajo la confesión de nuestros pecados, donde el presbítero, ministro de la Iglesia, es el confesor, a quien confiamos nuestros problemas, siguiendo las normas eclesiásticas, que nos dicen que el presbítero, “en el ejercicio de su potestad, depende del Obispo, estando en todo con él, en el honor del sacerdocio, consagrado como verdadero sacerdote del Nuevo Testamento, según la imagen de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote( Hebr. 5, 1-10; 7, 24; 9, 11-28), y bajo autoridad episcopal, santifica y rige la porción de la grey del Señor, a él confiada, haciendo visible en cada lugar a la Iglesia Universal” (según Concilio Vaticano II). 

   ! Con cuánta esperanza en el corazón, pensando en la solución de nuestros problemas, acudimos al presbítero, ministro de la Santa Iglesia, quien nos conmuta de pecados y nos bautiza con el Espíritu Santo, y cuyas palabras creemos eco del Señor ¡

   Fue en esta Iglesia, en una de mis confesiones con el presbítero Heriberto Vergara, entonces párroco de la Iglesia La Merced, que éste supo de mi Obra Amen, y quien, a petición mía, aceptó servir de mediador entre el Sr. Jean-Louis Pandelon, agregado cultural y de cooperación de la Embajada de Francia en la Habana, Cuba, durante la presidencia de François Mitterrant, en la tercera entrevista que yo había acordado con este distinguido diplomático y ferviente católico, con relación al poemario entregado a éste en nuestra primera entrevista en la sede diplomática, para su análisis y su posible publicación en Francia.

    En la entrevista donde el presbítero fungía como mediador, El Sr. Pandelon me pidió traducir al español la Obra poética, por haberla encontrado muy buena, porque en Francia, dijo, había muchas personas que hablaban español. No acepté y entregué la Obra al presbítero confesor para que se encargara de su publicación, y de cuyas ganancias yo daría la tercera parte a la Iglesia como limosna y ofrenda, para así contribuir fraternalmente, con esta Obra escrita en francés, en caso de ser publicada, en los arreglos que se estaban haciendo en la Iglesia.

Si el Sr. Pandelon me hubiese pedido traducir la Obra al español  para su publicación, en cualquiera de las entrevistas anteriores en la Embajada de Francia, yo habría aceptado sin vacilación. A pesar de todo, sin embargo, me sentí muy contento en poder ayudar a la Iglesia, así como también al pensar que mi Trabajo poético, escrito en la lengua de autores de obras como Le Cid, Candide o La Légende des Siècles, y de tantos otros poetas mencionados en Blanrougebleu, uno de los poemas de Amen, podría ser publicado, por cuanto un diplomático francés, Agregado Cultural de la Embajada del país de Carlos Martel, aquel que un día detuvo la expansión islámica en Europa, impidiendo así que el lugar de la Cruz fuese tomado por la Media Luna, y de Juana de Arcos, herética, heroína y santa, había reconocido el valor literario de la Obra.

Tal vez para aquellos pocos que hayan conocido de mi Obra, les cueste trabajo pensar que un hombre que nunca haya podido visitar un país francófono, y de pocas relaciones con hijos del país de Margarita Duras a quien conocí en 1967,  como a otros artistas y escritores, durante la celebración del Salón de Mayo, en la Habana, donde fui su guía e intérprete, pueda escribir una Obra de tal magnitud poética. Si no hubiese creído en la fuerza del espíritu, habría pensado que mi Obra es producto del azar o del dominio de la expresión escrita francesa.

   El Sr. Pandelon había llevado la copia original a Francia para mostrarla a varios especialistas, uno de los cuales había estado en la Habana en 1991, en ocasión del centenario de la muerte del poeta francés Arthur Rimbaud. En aquel entonces, en una actividad nutrida de profesores de francés en la Alianza Francesa de esta capital cubana, en presencia del entonces Agregado Lingüista de la Embajada de Francia, el Sr. Bertolino, este especialista y estudioso de la vida y obra de Rimbaud, en el marco de una de sus conferencias literarias con relación a dicho joven poeta francés del siglo XIX, había leído uno de los poemas de mi Obra poética, "Le Soleil des Hespérides".

Este poema "Le Soleil des Hespérides" fue inspirado en la poesía de este "niño prodigio" de la inspiración escrita francesa y universal,  autor de “Bateau Ivre”, uno de sus poemas más fecundos, y quien pasó fuera de su país, errante y solo, por incomprensión y falta de amor para él y para su obra , la última parte de su vida; y frustrado y enfermo, porque ya sus piernas no resistían su cuerpo cansado, a pesar de ser aún un hombre joven, murió sin conocer, “helas!”, el inmenso universo que ya había alcanzado su obra poética, hasta que fue reivindicado, como poeta mayor,  por el surrealismo. 

    Varias fotocopias de la copia original de mi poemario "AMEN" habían sido hechas en la Embajada para llevarlas a Francia, lo que permitió al Sr. Pandelon entregarme la copia original, la misma que yo entregué al sacerdote Heriberto Vergara en presencia de varios jóvenes, a los cuales, en esos momentos, yo impartía un curso de francés en la misma Iglesia , así como al propio párroco Heriberto, quien se disponía a viajar a Francia en los próximos meses para participar en un seminario de los lazaristas en la “Ciudad Luz”.

Los fieles que estudiaban francés en la Iglesia no tenían que pagar un solo centavo por el curso; sólo recibí un par de tenis que el presbítero amablemente compró para mí a petición mía, "porque el que pide, recibe" (Mat. 7, 8). Tristemente, después que el sacerdote Heriberto Vergara regresó de Francia donde había llevado mi poemario en verso no libres, a penas tuve condiciones y facilidades para seguir impartiendo el francés en la iglesia; y no pude continuar con su enseñanza en muchos jóvenes que querían aprenderlo, a pesar de la insistencia de algunos de estos en recomenzar las clases de idioma francés, o en empezar a estudiar el idioma inglés, ya que también soy licenciado en lengua inglesa.

   Aunque "la luz del sol y la lluvia que El provoca son para todos, entre el rico y el pobre, la Iglesia Nueva no va al rico, quien necesitado de ti, te engaña y te sonríe; te da esperanzas y te dirige buenas palabras. Mientras le eres útil, se sirve de ti; cuando ya no te queda nada, te abandona"(Sir. 13, 18-20).      

   En una visita que Usted, Mons. Jaime Ortega, realizó a la Iglesia La Merced, fui presentado a Usted por uno de mis alumnos de francés. Usted y yo hablamos algunas palabras en francés. En aquella semana todo fue alegría en la Iglesia por su visita reconfortante y plena de esperanza.

   Tal vez si el poemario no hubiese existido, muchos jóvenes que acuden a la Iglesia la Merced con frecuencia, habrían aprendido ya el idioma francés o el idioma inglés. Y yo pienso que a la Iglesia no sólo vamos en pos de Sus Mandamientos y de los Sacramentos, sino en pos de todo, porque Cristo es más que Cristo, El lo es todo. Y la Iglesia es la Casa donde el hombre debe tener la posibilidad, si no le es posible en la sociedad, de formarse y alcanzar un oficio que le sirva para la vida, porque como El nos ha enseñado, de pan no sólo vive el hombre, ( Mt. 4,4).     

   Otra copia de mi Obra fue entregada a Mons. C.M. de Céspedes en el Arzobispado, quien me hizo saber, con un joven que se encontraba trabajando frente a su despacho, que la había hecho llegar a Usted, Mons. Jaime Ortega, Arzobispo de la Habana, antes de haber sido usted escogido como Cardenal. No pude entregar la Obra Amen personalmente a Mons. C.M. de Céspedes. Me habría gustado, porque era ese mi deseo. Había estado toda la mañana esperando en el Arzobispado hasta que llegara del Seminario. Al llegar Mons. C.M. de Céspedes al Arzobispado para sus funciones de vicario, le abordé y le dije mi deseo de ser recibido por él. Me pidió que esperara unos minutos. No me recibió. Tal vez no se acordó que él había sido el ministro de la Iglesia que me había hecho el Sacramento de la Comunión; tal vez porque aquella mañana mi pelo duro de descendiente de esclavo estaba algo despeinado; o tal vez la ropa que llevaba puesta era reflejo inequívoco del período especial. Hasta ahora no sé nada de esta copia de la Obra que llevé al Arzobispado. Tampoco de aquella que había entregado al Sr. Pandelon en la Embajada de Francia a principio de 1993.

     La lectura de la Santa Biblia, como sabemos todos los que seguimos a Cristo Rey, especialmente la lectura del Santo Evangelio y del Decálogo de Moisés, es fuente de sabiduría y enseñanza, donde aprendemos a amar a nuestro prójimo y respetar su bien. Pero en las Sagradas Escrituras, a través del Verbo hecho carne y acción, conocimos sobre cómo Judas vendió a quien había venido en nombre del Señor para salvarnos de nuestros propios pecados. Si Jesús, Hijo del Hombre, Salvador y Rey de los milagros, fue traicionado por uno de sus Apóstoles, quien soy yo, hombre de piel sufrida, descendiente de los descendientes de Cam,  hijo menor de Noé, y cuyos descendientes fueron sentenciados por éste a ser esclavos de sus esclavos, quien soy yo para extrañarme si soy engañado.

Esto es el motivo por qué entregué una copia a Mons. C.M. de Céspedes, para proteger mi Obra, ya que los cubanos siempre hemos sentido y sentiremos respeto por los sacerdotes, en la mayoría de los cuales hemos confiado, ya que, hablando como educador, durante estos años de distanciamiento entre el Estado y la Iglesia, en el proceso de enseñanza-aprendizaje, en el marco del desarrollo instructivo educativo de los educandos, nunca hemos inculcado el odio hacia ningún eclesiástico.

Desgraciadamente ha sido difícil vivir en la Iglesia ideal que todos soñamos, la que nos dejó Cristo. De ahí que comparta la opinión al respecto del P. Tomás Forrest, C.Ss.R., Director Mundial de Evangelización-2000, con relación a lo que él llama la Iglesia ideal, la cual, "todos nosotros unidos a Cristo, resplandeciendo en su amor y santidad, nos espera en el Cielo, donde llegaremos después de nuestra propia resurrección; y la Iglesia real donde vivimos, una iglesia que sufre y lucha" sin lograr  alcanzar aún su objetivo, ya que es "estrecha la puerta y duro el camino que conduce a la vida"(Mt.7,14), no debe dejar de ser santuario de hombres y mujeres que la amen y la defiendan como supo hacerlo Esteban, el primer apóstol mártir en nombre del Señor.

Y esta Iglesia es santuario de hombres y mujeres que hagan de su Ley cumplimiento cotidiano, verdaderos “rabinos” de esta Ley renovada en nosotros, “fariseos” de nuevo tipo en cuanto a su observancia y su aplicación consciente, porque para el Creador no hay mejor ejemplo de disuasión y persuasión que el buen ejemplo. 

Y yo soy de aquellos ingenuos que buscan aquí, en la tierra, la iglesia perfecta. Así, el P. Tomás Forrest también dice que esta Iglesia sufre reveses que la alejan de la Iglesia que todos buscamos, en lugar de acercarla a ella, por lo que se necesita una renovación aún drástica y dolorosa, para ser como lo describe el Concilio Vaticano II: El pueblo de Dios.        

   La copia que yo había entregado al Presbítero Heriberto Vergara se destruyó tristemente a causa de un escape de agua en uno de los aposentos de la Casa Madre de los Padres Paúles, en la Calle de Sèvres, en París, donde se encontraba mi Obra en versos clásicos, según Roberto Gómez, misionero lazarista, a quien el sacerdote Heriberto Vergara había encargado en hacer lo posible para que publicasen la Obra. El accidente en el cual mi Obra fue destruida, ocurrió cuando el misionero lazarista  se encontraba de vacaciones en Colombia, su país natal, de donde también es el sacerdote Heriberto Vergara.

En estos momentos, el misionero lazarista Roberto Gómez se encuentra en la zona de Toulouse, en Francia, en función sacerdotal, según me dice en su carta Antonio Visus, un amigo francés quien había ido a visitar al sacerdote en mi nombre, en París; mientras que el presbítero Heriberto Vergara se encuentra en Santiago de Cuba también en función sacerdotal… Muchas veces la distancia hace olvidar las penas y las deudas; y lugares tan distantes como Toulouse y Santiago de Cuba, claro está, me dificultan todo tipo de relación con estos fieles sacerdotes lazaristas con relación a la suerte y destino de mi Obra. Mas, no importa la distancia cuando la verdad es camino; y no importa el tiempo cuando el amor es eterno: Cristo es amor y verdad, Camino y eternidad (Jn. 14,6).               

No estoy queriendo decir que la Obra haya sido destruida intencionalmente, ni tampoco podría pensar que haya sido objeto de robo como teme el sacerdote misionero Roberto Gómez que yo pudiera pensar, pero no puedo explicarme cómo ha sido posible que en una casa tan prestigiosa y bendita, en pleno París, donde una vez, en 1660, fue velado el cuerpo sin vida de San Vicente de Paúl, fundador de la Orden de los Padres Paúles y de las Hijas de la Caridad, quien dedicó toda su vida de hombre abnegado a la causa de Dios, digo, de los pobres, y donde su cuerpo descansa en paz, haya habido un tal escape de agua. Únicamente que mi Obra haya estado situada en el piso, donde habría sido alcanzada por el agua.

No estoy queriendo decir que esta Obra tan humana y simple, ni tampoco lo puedo creer, haya sido sentenciada de herética y apócrifa por el contenido y mensaje de poemas como Le Rêve du Papillon, poema yámbico hexamétrico cantado y colmado de fantasía ecológica, del cual se hizo una representación en la Alianza Francesa, en 1991, por profesores y alumnos de los Círculos de Interés de Francés, en ocasión de la celebración de la fiesta Fureur de Lire”, y poemas como L'escalier, L'enfant et la bête, Le Revenant, o el poema escrito para Ella, L'Impure, que sufre por falta de amor verdadero y de igualdad.



 

 
O quizás la obra AMEN fue sentenciada por abordar, con respeto y amor, a través de esta nueva poesía, el tema de la prostituta, discriminada por ser mujer y explotada por ser discriminada; por ser discriminada y explotada, prostituta.


Y esta Obra Amen canta y llora junto a esta mujer desobediente desde el principio, cuando, después de la primera desobediencia, había sido “castigada a dar a luz a sus hijos con dolor, sus sufrimientos multiplicados, necesitando del hombre que la dominaría” (Gen. 4,16). Desobediente que se niega, a través del pecado de la carne, a ser dominada por el hombre. Pero el mismo Creador, renovado en si mismo, salvador de su pueblo, dice en el Santo Evangelio, que tirase la primera piedra quien nunca haya pecado.
 
Todos sabemos, por Las Sagradas Escrituras, que una vez Moisés había dicho de no aceptar regalos de prostitutas. Sin embargo la bella y pecadora Rahad ayudó a los israelitas, hospedando a dos guerreros de Josué, para observar primero y tomar después el pueblo de Jericó. Josué aceptó la ayuda de esta mujer, una prostituta cabeza de familia; y por ende, de todo esto se desprende que esta mujer desobediente debió haber sido quien poseía el poder económico en esta familia semita de Jericó, pues fue quien tomó la iniciativa al pedir a los hebreos que perdonasen la vida de su familia. Y aquí vemos, educados como catecúmenos, cómo Rahad manifiesta una declaración de fe en Jehová: “Sé que el Dios de Ustedes les ha entregado este país"(Jos.3, 9), para seguidamente decir: "Que así sea” (Jos. 3,21). 
 

! Cuán inmensamente “La belleza de una mujer alegra el rostro y supera todos los deseos del hombre! ”


 

“Y el hombre que no tiene nido es como un ladrón listo que se corre de pueblo en pueblo, y se detiene donde la noche lo sorprende” (Ser. 36,28).
 
¡Cuantos seres del llamado sexo débil no habrían ejercido la prostitución, por o para su subsistencia, o la de su familia, imponiéndose la ley de la selección natural y la ley del apoyo mutuo, ambas según la teoría de Darwin, en un mundo convulso desde su creación por el pecado que aterra, y donde impera la ley del más fuerte, precisamente, la selección natural, pero también la de la cooperación mutua! Tal vez este haya sido el caso de Rahad, que traicionó a su pueblo por temor a Dios y por salvar a su familia.

Obra sin igual, mujer divina, en este mundo de pecados; por tanto, digo bajo la sabiduría da la Palabrahecha Carne:


  
 Y otros como el poema La Croix, el Padre Nuestro de los pobres sufridos que viven aún sin su pan de cada día, mas felices los que tienen espíritu de pobres, porque de ellos es el Reino de los Cielos ( Mat. 5,3), y de la Tierra:
 

Este poema de la obra Amen, en el Padre Nuestro Evangélico que Cristo nos enseña a rezar en el Santo Evangelio ( Mat. 6, 9-13; Luc. 11, 2-4). O quizás sentenciada por el ruego a María, en aras del amor y de la concordia para los cubanos separados. 


Quizás más apócrifa que herética por abordar no sólo con amor y respeto, sino también con justicia, el tema de los descendientes de Cam (Ham), traídos del Africa negra con su religión y sus costumbres,

…"para ser empleados, según el teólogo y presbítero Marciano García, en cafetales e ingenios, bajo cruel e inhumana esclavitud.
 
 
 Y la forma de creencia de estos desterrados se mantuvo encubierta hasta sincretizar después con la religión católica", esta última un tanto influida por el paganismo de la antigua civilización grecolatina; fenómeno objetivo que facilitó enormemente el sincretismo de la mitología pagana africana (yoruba, arará, mayombe, abakuá, kimbisa) con la religión católica.

Se iría más lejos al pensar que el paganismo mitológico africano, por su lejanía en el tiempo, se sincretiza sobre todo con la mitología pagana de la civilización grecolatina, ya que los santos de la Iglesia católica no son mitológicos. Pero no comparto el punto de vista de este venerado sacerdote, autor de "Proceso de la Oración" y "Para tener vida", en cuanto a la formación de nuestra nacionalidad, cuando plantea, refiriéndose al tema de la esclavitud en Cuba, "que los negros y los mulatos viven en una sociedad de blancos mejor o peor adaptados". 

Si tenemos en cuenta que los negros empezaron a ser traídos a Cuba alrededor de veinticinco años después de la llegada del hombre blanco a las costas de América ya poblada por habitantes de raza asiática(otro tipo de descendencia de Cam), llegados a este continente, según J. B. Wight, en su libro "An outline history of the United States", a través de un gran puente o banco de arena entre Asia y Alaska, pasando de ahí a América del Norte, Centro América, el Caribe y América del Sur.

Los descendientes de Jafet (Ja'pheth) y de Cam, una vez en esta isla “acaimanada”, gracias al “azar premeditado”, casi tuvieron una adaptación simultánea en esta tierra india, mientras iba surgiendo la mulata, descendencia de la mezcla de estas dos razas de origen no americanas, junto a los pocos indios que quedaron a pesar de las intenciones del Padre Bartolomé de las Casas, “con sus reglamentos e instrucciones buscando, según Fernando Ainsa, ensayista e investigador uruguayo en su artículo La lección de la utopía del cristianismo social, remedio de los males de la colonización española, mediante la creación de un estado indocristiano”, para llevar a cabo un proyecto social de tipo paradisíaco, tomando como referencia la obra Utopía de Tomás Moro en 1516.

Esto habría sido un nuevo Paraíso; pero estas ideas apocalípticas son abandonadas frente a la Contra-reforma  y el dictado del Tribunal da la Santa Inquisición,  con sus autos de fe contra toda herejía, y sus censuras dogmáticas contra toda obra del nuevo pensamiento renacentista de entonces. Es decir que en Cuba, después de la casi total extinción de los indios, siempre ha habido una sociedad heterogénea y sincrética desde el punto de vista racial y religioso. 

Por todo esto, a  través de esta nueva poesía,  la Obra Amen, nutrida del amor y de la fe en Cristo, omnipresente, acción y gracia, llora y canta junto a estos hijos de desterrados, descendientes todos de esclavos que en fechas festivas de la Iglesia, como el 8 de Septiembre, acuden a rendirle tributo y ofrendas a la mulata Virgen de la Caridad del Cobre, nuestra Patrona Nacional, y a la negra Virgen de Regla, “dueñas del mar y de los ríos”, según tradición de los cubanos negros, blancos y mulatos, seguidores de la “Regla de Ocha”; y ambas “dueñas de las dos aguas”, así como la Virgen de la Merced, cuyo Día celebramos el 24 de Septiembre, no son otras que la misma Clementísima Madre de todos, quien dio vida humana, por obra y gracia del Espíritu Santo, a quien vino en nombre en Señor, y en cuyo vientre aquel Hombre invisible, mas omnipresente desde el principio, se hizo carne y acción.

Y estos hijos de los yorubas y ñáñigos desterrados del África negra, también acuden, todos a pie, de rodillas o arrastrándose, como muchos descendientes de Jafet y de Sem (Shem), por la tez de su piel, a rendir tributo a Lázaro el 17 de Diciembre, aquel que un día Jesús despojó de la muerte, enseñándonos así que la vida puede ser alargada para todo humano que sufre. Pero antes estos negros, mulatos y blancos, ya habían corrido a alabar a Changó, la Santa Bárbara, misterio y leyenda, que desde la víspera, el 3 de Diciembre, "esperan" con fiesta y bembé.

¿Qué sería de nuestra iglesia sin estos oscuros hijos de esclavos, sobre todo de la lejana Nigeria, y de los claros seguidores de Ochún, Changó y Yemayá?

Son nuestros hermanos separados, como llama el Concilio Vaticano II, con proyección ecuménica y de renovación, a los evangelistas seguidores de los reformistas Lutero y Calvino, llámense Bautistas, Metodistas o Presbiterianos, estos hermanos separados, que un día, en acción ecuménica, tuvieron la iniciativa de crear en nuestro país el bello “Día de las Madres”, siguiendo una tradición surgida el 10 de Mayo de 1908 en la Iglesia Metodista de Andrews de la pequeña ciudad montañosa de Grafton, en los Estados Unidos.

Ellos constituirían, estos hermanos separados, la Iglesia mayoritaria en Cuba, porque acuden a Cristo por el camino más corto: ellos mismos. De ahí que como los Concilios ecuménicos de Efeso, IV de Letrán, de Constanza y de Trento,  el Concilio Vaticano II  haya sido, es y será siempre ecumenismo y renovación.

Y así, bajo la presión de la Nueva Poesía, hablando de ecumenismo y nacionalidad, y debido a la heterogeneidad en nuestra formación ciudadana, lo obligado de la representatividad  racial y cultural en toda institución pública o privada, estatal o religiosa.

!Cuán sabio quien para su imagen y semejanza, buscando la salvación y glorificación del pueblo de Israel, nuestra salvación, escogió el vientre de una mujer de raza amorrea, una mujer semita, cónyuge de un carpintero!    

Y esta Obra bajo la nueva poesía también habla de diálogo y reconciliación, con respeto y sin humillación. Habla de diálogo y hermandad sin deshonra para laesta Revolución Cubana, parte de la Gran Revolución Universal de Julio, de la cual también forman parte las Revoluciones del 4 y del 14 de Julio del Siglo XVIII. Habla de paz, amor y hermandad para los pueblos cristianos de Cuba y de Los Estados Unidos de América, hijos del mismo Continente Americano, tierra sagrada de Bolívar, Lincoln y Martí.

Entonces influida por la Obra Amen, bajo la Nueva poesía, en Diciembre de 1993, fue remitida una carta al Presidente Fidel Castro, líder de la Revolución Cubana, y a Ud. Cardenal Jaime Ortega, pastor supremo de la Iglesia Católica Cubana, en la cual se ruega a la Santísima Virgen de la Caridad del Cobre, Patrona de Cuba, por el diálogo y reconciliación de todos los cubanos; por el diálogo y reconciliación de Cuba y los Estados Unidos, para trabajar junto por el bienestar de nuestro continente americano.

   Y esta Obra de la Nueva Poesía no puede dejar de defender la Tierra donde vivimos; sus ríos veloces; sus playas verde-azul, llenas de espuma y de disímiles arenas; sus vientos misteriosos que juegan con la lluvia y la nieve, sus flores vestidas de color y olor, envueltas de contrastes; sus verdes montes y sus fértiles llanos; sus bellas y variadas ciudades y sus campos labrados; los ricos que ríen y los pobres que lloran.
 
De ahí que la Nueva Poesía cante por un mundo donde el rico sea menos rico y el pobre menos pobre, todos hermanados. Un mundo lleno de esperanza para los descendientes de "Sem" y de "Cam", los pobres de la Tierra, para los cuales la Obra Amen canta:
 
Pero no obstante que mi Obra en rima haya sufrido daño, estoy muy agradecido al religioso Roberto Gómez no sólo por las gestiones que hizo buscando un editor para mi Obra, mas sobre todo por haberla leído, considerándola de una gran calidad y una gran belleza.

   Gracias a Dios que conservo una copia de la Obra y sus manuscritos, así como el segundo tomo terminado, que lejos de ser un poemario herético, apócrifo y apóstata, aunque lleno de pecados, son poemas hechos con amor, dedicación y esmero, que dentro de la poesía como medio y no fin, una herramienta de expresión, razona como nos enseña Jesús, acción y amor, en el Evangelio; como después nos enseñaron a pensar el Padre Varela y el Apóstol Martí, próceres de nuestra independencia y nacionalidad.

   Gracias a Dios que aún y siempre conservo mi amor por esta lengua francesa, lengua que según mi madre, cuya alma no puede dejar de estar en el Cielo  por haber sido en vida toda bondad y entrega, era la lengua de mi "tatarabuelo": siempre me ha sido muy fácil escribir poemas en francés a pesar de nunca haber estado, repito, en ningún país francófono, cosa que siempre he soñado; pero que sea como Dios quiera, excepto luchar por mi Obra, no sólo porque me invaden la razón y el derecho, sino también porque esta Obra su nutre, o trata de nutrirse, de la sabiduría cristiana.                

Y esta Obra es  una poesía que no creo profética, mas agraciada por el azar por ser una Obra que a ratos se muestra un trabajo poético de anticipación, por cuanto muchos de los fenómenos, cambios y renovación que notamos en nuestra sociedad y en el pensamiento, son planteados por ella (Le Revenant y L’Enfant et la Bête), a través de la palabra poética.

Y esta Obra, que ve en el trabajo del hombre la mejor y única forma para éste de igualarse a su semejante mediante la equivalencia del fruto de su fuente de sudor, por ser la mejor manera de alcanzar la libertad y la soberanía, no sería jamás, ni podría ser acusada de herética, porque no es un árbol de ramas muertas y secas que se arrojan al fuego, ya que permanece en Cristo de cuya luz se ilumina, según inspiración en (Jn. 15, 6-7).

             Y esta Obra es un trabajo poético, lleno de ritmo y asonancia, rimas y aliteraciones, desde el punto de vista prosódico; y de metáforas, metonimias, símiles, anáforas, etc., desde el punto de vista de la palabra poética. Es un poemario escrito con un objetivo didáctico, a través de la nueva poesía de expresión francesa, a partir de un enfoque cubano y americano.

   Y esta nueva poesía que busco con mi poesía de expresión francesa, no es una poesía nueva, ya que, según Verlaine, la poesía es la misma; lo que cambia es su expresión, la forma de escribirla; y como creo haber dicho, esta poesía es medio y no fin; es medio para alcanzar un fin, un objetivo.

   En cuanto al francés como forma de expresión de la Obra, todos los cristianos sabemos que Jesús hablaba en arameo o siro-caldeo; mas hoy leemos el Evangelio en lengua vernácula, a partir de la versión Vulgata latina o de la "Septuaginta" de Alejandría, traducida directamente de la lengua helénica, y ésta, a su vez, de la versión hebraica. Y si su forma es bella, de esta Obra “Amen” llena de música y ritmo, su mensaje, su esencia, es lo más importante, por ser, repito, medio, y no fin.

  Llegando casi al final de esta extensa misiva, permítame decir que esta carta, y la carta enviada a Fidel Castro Ruz y a Usted, Mons. Cardenal Jaime, Pastor de la Iglesia Cubana, así como la contestación que Usted tuvo la amabilidad de enviarme, “invitándome a seguir orando y a poner toda nuestra confianza en Dios y en la Santísima Virgen de la Caridad, nuestra Madre y Patrona, porque se abra un espacio de diálogo y de reconciliación entre todos los cubanos, y donde UD. me bendice de todo corazón, a la vez que agradece mi amabilidad, han sido concebidas bajo influjo de la Nueva Poesía, en el marco del Neorrealismo Cristiano; lo que constituye una renovación cristiana, filosóficamente hablando, cuando sabemos al Hombre invisible y omnipresente desde antes de todos los tiempos, dentro y fuera de todo fenómeno, proceso o cosa, en la naturaleza, la sociedad y el pensamiento; y poéticamente hablando, cuando llevamos a vías de hecho la enseñanza y sabiduría evangélicas; es decir, cuando consideramos a Cristo como acción y práctica, como dinamismo didáctico universal, a partir de la asimilación y cumplimiento de los mandamientos explícitos en su Ley, y de los otros no menos importantes mandamientos implícitos en Las Escrituras, desde la propia Génesis, para el bien del ser humano y la conservación de su medio: trabajar con sudor y sacrificio por el disfrute del fruto del trabajo, y procrear con dolor y lágrimas, por el bien y para el bien de todos. Y el cumplimiento de los mandamientos explícitos e implícitos en Las Escrituras, son designios de Dios, según esta Nueva Poesía, en pos de la continuación consciente de Su Creación.

Por lo tanto, por ser mi intención que se aborde esta poesía como medio de expresión humana, todo lo que atañe a este medio de expresión, debe ser de conocimiento de todo aquel que se sienta sensible a la poesía; y de todo aquel pecador que guíe su acción y pensamiento a través del Decálogo de Moisés, que vemos renovado y universalizado en el Santo Evangelio por su propio Creador, Cristo Rey, Acción y Gloria.

Queriendo terminar, creo que toda obra literaria que hable de amor, justicia, paz, libertad, trabajo y de todo aquello que sirva para ennoblecer el alma, una obra del hombre, por el hombre, para el hombre, indirectamente no deja de ser una Obra bíblica; en todo caso es un plagio bíblico. Y ese es el caso de la Obra Amen. Y de ahí su título Amen.

Y esperando con amor infinito y esperanza la visita a Cuba del Sumo Pontífice, Juan Pablo II, Pastor de la Iglesia universal, viva y nueva como fue concebida, pidiendo comprensión, salvación y amor para la Obra “Amen”, proyectada a través de la nueva poesía, para su autor y para su pueblo, quienes sufren por tanto desamor e incomprensión, rezando por un gran Aleluya, y Amen,                                         

                                                                                     

  Angel R. Almagro


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 



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